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febrero 06, 2012

S2-EEI - SÍNDROME DE DOWN (6 de 7)


Materia: EDUCACIÓN ESPECIAL I
Unidad: 2

Libro: SÍNDROME DE DOWN, HACIA UN FUTURO MEJOR. GUÍA PARA LOS PADRES.
Autor: Pueschel S. M.
Editorial: Salvat Editores



CAP 16. LOS AÑOS ESCOLARES

     Como cualquier otro niño, el que tiene síndrome de Down, es el producto de su dotación genética, de la cultura y del entorno que están configurados por la gente y los acontecimientos. Al entrar en la escuela los niños se encuentran sumergidos en el proceso de crecer y desarrollarse de acuerdo con sus propias capacidades para madurar y realizarse. Para muchos niños con síndrome de Down, el comienzo de asistencia a la escuela (escuela infantil) les abre un mundo enteramente nuevo. Para los que ya han acudido a una guardería, su adaptación no tiene tanta importancia.
     Durante los primeros días de escuela, tanto los padres como los maestros tienen la responsabilidad de ayudar al niño a adaptarse y a centrarse en ella. El éxito de su esfuerzo dependerá, en gran manera, de la experiencia que haya tenido en casa durante los años preescolares o en la misma guardería. Los niños que han tenido posibilidades de explorar su mundo con libertad, pero con seguridad, y han podido ampliar el ámbito de sus actividades encuentran generalmente poca dificultad para adaptarse cómodamente a la escuela. El alentar los intentos de independencia de los niños preparará a estos a permanecer fuera de casa durante gran parte del día. Si se les ha permitido hacer cada vez más cosas por su cuenta, como vestirse, ir al baño o comer por sí mismos durante las comidas, no presentarán grandes problemas actividades tan rutinarias como comer en la cafetería o cuidar de sus cosas en la escuela.
     Por otra parte, si los niños han tenido la oportunidad de jugar con otros de su edad, les será relativamente fácil mezclarse con sus compañeros de clase. Si además están acostumbrados a participar en las tareas de la casa, podrán recoger también los juguetes en clase y ayudar al maestro. Comunicarse en la escuela no será un serio problema si han aprendido a escuchar y se les ha estimulado al desarrollo del lenguaje. Los niños que han crecido en una atmósfera que no es ni demasiado permisiva ni demasiado protectora, pero en la que prevalece el respeto a los derechos de los demás, tendrán pocas dificultades para aceptar la disciplina escolar.
     Para asombro de muchos padres, la mayoría de los niños se adaptan bien a la escuela, sin mayores problemas. A veces surgen dificultades de adaptación en el niño que ha tenido poco contacto con el mundo exterior, que ha sido criado en un entorno hogareño excesivamente protector, o que ha permanecido tal vez demasiado apegado a su madre durante sus primeros años de vida. En estos casos es esencial que se dé una adaptación paulatina de la casa a la escuela. El maestro y los padres necesitan encontrar los lazos que unan ambos ambientes. Juntos, padres y profesores, han de proporcionar la seguridad, la comodidad y la felicidad en las que el niño puede crecer y aprender.
     Los padres y los maestros se preguntan frecuentemente: "¿Está el niño preparado para ir a la escuela? ¿Posee todos los elementos importantes que le permiten aprender? En lo referente al desarrollo físico, la percepción visual y auditiva, el aparato locomotor y las demás funciones del organismo, ¿está suficientemente desarrollado como para ir a la escuela? ¿Tienen la capacidad social y la preparación emocional para relacionarse con éxito e independencia con otras gentes y con su entorno? ¿Es intelectualmente capaz de ir ganando comprensión y utilizar la información que le facilitan las experiencias diarias? Y, en cuanto al lenguaje, ¿puede comunicarse con los demás?"
     ¿Han de aplicarse todas estas preguntas al niño con síndrome de Down? Quizá la pregunta real debiera ser: "¿Está la escuela preparada para el niño?" Puesto que las funciones de desarrollo que esperamos generalmente de los niños "normales" pueden no observarse en los que tienen síndrome de Down, el programa educativo tendrá que adaptarse a sus capacidades y necesidades especiales. Lo que realmente tenemos que preguntarnos es: ¿Proporciona la escuela todos los elementos que se necesitan para enfrentarse al reto de educar a un joven  con síndrome de Down? ¿Está el maestro preparado para aprender los problemas de los niños, a fin de ayudarles en la forma más eficaz? ¿Ayudará el programa educativo a los escolares a preparase para la vida?
     Cuando estos niños se incorporan a la escuela nos preguntamos con frecuencia qué obtendrán de su experiencia educativa. Por supuesto, esperamos que la escuela les proporcione el tipo de experiencias ricas y estimulantes que hacen que el mundo aparezca como un mejor lugar digno de exploración.  Las situaciones de aprendizaje que ofrece la escuela deben prestar a los niños con síndrome de Down un sentido de identidad personal, respeto propio y disfrute. La escuela ha de proporcionarles también una oportunidad para entrar en relación con los otros niños y debe prepararles a contribuir más tarde a la sociedad de forma más productiva. Finalmente, las escuelas tienen que proporcionar una base para la vida, promoviendo el desarrollo de los conocimientos académicos fundamentales, las habilidades físicas y el funcionamiento autónomo, así como del comportamiento social y la competencia lingüística.
     Algunos padres piensan que ---- ( parte ilegible )---- enseñar a leer, escribir y realizar operaciones aritméticas. Aunque los niños con síndrome de Down necesitan esos conocimientos académicos básicos, un buen programa educativo les preparará así mismo para todos los campos de la vida. Cosas como realizar un trabajo cuando sea necesario, llevarse bien con la gente y saber dónde acudir para encontrar una respuesta son quizá más importantes que las tareas meramente académicas.
    ¿Qué tipo de enseñanza, pues, debe proporcionarse durante este periodo de desarrollo, cuando el objetivo es ayudar a los niños con síndrome de Down a obtener un conocimiento de este mundo que tenga sentido? Si la escuela enfoca la educación en el sentido de humanizar el proceso educativo, si ve en cada estudiante a una persona con integridad individual, si expone al estudiante al influjo de fuerzas que contribuyan a conseguir su propia plenitud, en el más amplio sentido, entonces la persona con síndrome de Down tendrá la oportunidad de desarrollarse al máximo en el ambiente educativo.
    Es muy importante que a estos niños se les dé la oportunidad de triunfar en el campo educativo. Cada niño tiene su propio potencial, que debe analizarse, evaluarse y después ser puesto a prueba. El conseguir lo que se propone proporciona al niño un sentimiento agradable. Le alienta, le aumenta  su propia estimación y la estimula hacia nuevas empresas. A menudo el incentivo correcto es el que llega a determinar el grado de esfuerzo que se ha de poner para efectuar la tarea. Una sonrisa, un gesto de aprobación, unas pocas palabras de alabanza suelen bastar para que el niño con síndrome de Down ponga más tesón. El niño busca la aprobación de los adultos. Si la persona que trabaja  con un niño inicia un acercamiento positivo que el niño va a aceptar, la dirección y el aprendizaje que de él deriven serán indudablemente eficaces. Pero si los niños presienten que no son aceptados o que alguien no quiere trabajar con ellos, se levanta entonces un muro entre el maestro y el estudiante que limita la motivación de éste e interrumpe el proceso de aprendizaje.